Por Carolina Cerda y Lisette Soto[1]
Ellas tienen muy claro el rol que desempeñan en esta sociedad y, por ende, son críticas frente al modelo trazado en el territorio. Trabajan en esta materia todos los días y, pese a desenvolverse en espacios muy distintos, han llegado a diagnósticos comunes. Carolina Tohá se sitúa desde las políticas públicas, donde se trazan directrices y se ejecutan estas últimas en un nivel local; Paola Jirón lo hace desde la academia, espacio donde se formulan análisis y herramientas para una mejor comprensión del territorio; Sofía López, a través de la organización social, se acerca tanto a la experiencia cotidiana de habitarlo como a las propuestas que se plantean desde lo social. A partir de las diversas posiciones que asumen, estas mujeres dejan entrever que es posible exponer nuevas perspectivas para abordar la manera en que se diseña, piensa y habita el territorio considerando sus discursos y propuestas. Por tal motivo, en esta entrevista se pronuncian sobre políticas públicas, estudios urbanos, movilidad y transformación social.
Al comenzar la presente entrevista, en su casa en la comuna de Providencia, Sofía López menciona que, ante todo, es una mujer que trabaja. Sin embargo, su empleo como socióloga no lo es todo: es enfática en señalar que desarrolla otros roles públicos, entre los que se encuentra Macleta (“Mujeres Arriba de la ‘Cleta’”), de la cual es presidenta. Esta última es una organización ciudadana originada en medio de un contexto de rechazo al movimiento de ciclistas, generador de un discurso masculino centrado en la competitividad, lo deportivo y la velocidad por sobre la seguridad. En cambio, Macleta propone un discurso disidente, reuniendo sólo a mujeres en la orgánica. Por medio de sus talleres, ha logrado llegar a un amplio espectro de participantes de distintas comunas de la Región Metropolitana.
Por otra parte, Paola Jirón nos recibe en su oficina ubicada en el INVI (Instituto Nacional de la Vivienda). Allí, despeja dudas sobre el modo en que la academia aborda el territorio, vale decir, no de manera aislada, sino en un vínculo con otras instituciones y organizaciones sociales. Además, profundiza en determinados estudios que dan cuenta de que “las mujeres no están solas, están relacionadas con otros siempre: otras mujeres, otros hombres, otros niños, otros adultos, otros”, observación mediante la cual ya se presentan los principales desafíos para abordar las experiencias de las mujeres en las ciudades.
Finalmente, en el Palacio Consistorial de la Ilustre Municipalidad de Santiago, ubicada en su escritorio, se encuentra Carolina Tohá. Desde su posición como alcaldesa, será clara en decir que la política actual deriva de aquella que, históricamente, se ha llevado a cabo por hombres y para hombres: un ambiente adverso pero no exclusivo al mundo de la política. De igual forma, profundiza en las responsabilidades que deben existir al momento de planificar la construcción de las ciudades. En ese sentido, postula que Santiago se ha ido modelando de acuerdo a intereses de los privados sin restricciones por parte de las instituciones públicas, lo cual, en la actualidad, constituye un tema de debate y profundos desafíos.
Una discusión necesaria
Sofía, Paola y Carolina coinciden en señalar que las dinámicas del territorio se encuentran en crisis debido al modelo que ha venido desarrollando nuestra sociedad, cuya lógica tiene como centro la dimensión territorial[2] supeditada al factor político–económico.
Carolina Tohá apunta a una discusión social que surge en las últimas décadas y viene a problematizar el territorio en una escala de ciudad, haciendo visibles algunas dinámicas que antes eran planteadas como parte de lo que debía hacerse y hoy descubren intereses dirigidos: “En ese sentido, existe una conciencia creciente de que las decisiones que se han tomado y se toman en la ciudad están regidas por la lógica de los negocios más que el interés general. Eso es signo de molestia y malestar porque la ciudad está en discusión”.
En cuanto al carácter de la crisis que se plantea, Paola Jirón expone la imagen físico–geográfica en que se concreta un modelo de desarrollo basado primordialmente en lógicas económicas y descuida los recursos naturales y la calidad de vida de sus habitantes: “Todo –si tú ves desde Arica hasta Patagonia– el territorio está vendido de todas las formas posibles […]. El otro día estuve en Concepción y estábamos analizando las autopistas. Todas las autopistas están construidas para los camiones, para el desarrollo, para que vayan de Arauco a Talcahuano. Y en base a eso se desarrolla la ciudad. No hay un desarrollo propio de la ciudad. Ese territorio está en crisis porque lo que prima ahí son las forestales, no la calidad de vida de los habitantes”.
Por su parte, Sofía López vincula lo cotidiano a la noción estructural de desarrollo, no sin antes expresar que el modelo que se proyecta en las ciudades chilenas no se condice con la realidad. A modo de ejemplo, explica la manera en que el sector privado busca favorecerse con imágenes sustentables a través de sus campañas publicitarias: “Es cosa de hojear cualquier revista y ves mil fotografías de bicicletas. Pa´ las farmacias –son cosas que he visto en el último tiempo–, pa´ vender departamentos, promocionar seminarios. En todo te sale una bicicleta. Pero, ¿cuál ha tomado de verdad una decisión” en cuanto a “construir infraestructura, instalar equipamientos o invertir en educación vial? Ninguno”.
Desde los distintos ámbitos en que observan la crisis en el territorio, estas tres mujeres plantean problematizaciones claras de los focos que la provocan: la lógica de los negocios y el mercado. Todas remiten al factor económico como modelador de un tipo de ciudad que se dispone libremente para los intereses de privados. A partir de la constatación de esta realidad, cabe considerar que, en la experiencia de habitar, priman una serie de factores que delinean las relaciones humanas que se construyen y que, adaptadas a la economía de mercado a través de diversas representaciones, permean los imaginarios sociales, quitando autonomía a los y las habitantes del territorio.
Cambios en la ciudad a partir de la transformación social
En su dimensión de ciudad, el territorio no constituye un lugar íntegro y propicio para el óptimo desarrollo de las capacidades de las mujeres, sino, más bien, todo lo contrario: desigual en su inclusión y acceso, precario en su diseño e infraestructura. En este sentido, Paola, Carolina y Sofía plantean la urgencia de sumar los discursos de las mujeres en pos de la rearticulación social y la organización en las ciudades. Además, concuerdan en que cambiar el modelo de desarrollo, incluidas las lógicas que subyacen a él, se logrará en la medida que las mujeres ocupen cargos estratégicos en la toma de decisiones y formulen propuestas que aporten desde sus distintos espacios.
Pensar los cambios en la ciudad implica identificar los discursos que imperan en ella a fin de generar propuestas alternativas. Desde esta reflexión, Carolina Tohá plantea que la ciudad es un ámbito de gobierno decisivo: “Si el tema de Chile es que hay una gran desigualdad, ¿qué puede hacer la ciudad por combatir la desigualdad? Si el tema de Chile es que hay una gran insatisfacción con los tipos y niveles de democracia que tenemos, ¿qué puede hacer la ciudad para generar otros espacios e instancias democráticas para contrarrestar esto? Yo creo que ahí hay un campo gigantesco que la política tiene que tomar, desarrollar, tener opinión y explicitar sus opciones. Históricamente, la decisión de la ciudad ha estado súper despolitizada. Nadie nunca ha explicitado cuál es su visión de la ciudad”.
Desde otra perspectiva política, Macleta propone la bicicleta como una potente herramienta de transformación social, mas no como un fin en sí misma. “Andar en bicicleta implica pensar en cambios, tener capacidad de generar transformación social a partir de un sistema de vida que permita la sustentabilidad social, ambiental y económica en nuestras sociedades. Son un conjunto de decisiones que van modificando las conductas. Si esto no existe, es sólo una moda”, expresa Sofía López.
La visibilidad que se le imprime al conocimiento para la transformación del territorio es otro elemento fundamental. Paola Jirón señala que, desde la academia, los grandes desafíos radican en que aún no hay suficientes estudios, sino una parcialidad de realidades muy complejas, además de ser estratégicos al momento de mostrar las materias en estudio: “Cuando me metí en temas de movilidad era súper importante teorizar un poco y mostrar qué era lo que pasaba porque no había política en eso y había que mostrar mucho. En ese momento, también fue importante salir en los medios de prensa y, después, de distintas partes empezaron a hablar del tema. Ahora la movilidad es tema; en ese momento, no era”. Asimismo, precisa que la academia juega un rol importante para la transformación social, el que se orienta a la generación tanto de conocimiento como de metodologías. En ese sentido, el vínculo que se crea con comunidades, organizaciones e instituciones se torna atractivo en la medida en que se pueden tender alianzas para fortalecer las distintas visiones sobre el territorio.
La corporalidad de las mujeres desde la experiencia
Junto con contarnos sus experiencias organizativas e institucionales, nuestras entrevistadas nos llevan hacia un plano más íntimo, donde emerge la corporalidad como relato político y espacio primordial para entender cómo perciben el territorio en que se encuentran inmersas.
Desde dicho espacio, surgen ciertas dificultades en tanto “las mujeres sienten miedo a la violación, miedo a que las toquen. El miedo está muy presente en casi todos los estudios urbanos”, comenta Paola Jirón. La sensación de inseguridad que pueden llegar a experimentar las mujeres en los distintos espacios se entiende en la medida en que su relación con la ciudad se construye en base a la vivencia, la que demuestra que las mujeres perciben la ciudad de manera violenta, ya sea en su dimensión física como en la simbólica[3]. A partir de esto, cabe replantearse la construcción de las funciones y roles socialmente asociados a hombres y mujeres. Carolina Tohá plantea que “éstas [las mujeres] saben que su comportamiento y desplazamiento influye a otras personas, a diferencia de lo que les sucede a los hombres, que han sido educados en una lógica de perseguir objetivos, de competir, de ganar, de imponerse […]. En ese sentido, las mujeres sufrimos mucho más las dinámicas de la ciudad y somos agentes transformadores muy potentes de esas dinámicas, por una cierta mayor conciencia y predisposición a hacernos cargo de esos vínculos que existen”.
Tales aspectos resultan claves para entender cómo se mueven, perciben, interactúan y construyen sus espacios en la ciudad; en definitiva, la manera en que configuran sus realidades y dan origen a distintos tipos de interdependencias, redes de protección y estrategias. Por ejemplo, desde su experiencia con la maternidad, Paola Jirón vislumbra que la ciudad se fue complicando para ella con su nueva corporalidad en los servicios y en el espacio público: “Yo no lo entendía tan bien hasta que tuve guagua. Lo sabía, lo teorizaba, lo podía ver”. Además, le permitió integrar esta experiencia posteriormente a sus investigaciones de movilidad como un tema claramente identificable, donde no existía una experiencia única del ser mujer sino una variedad mucho más amplia: “Cuando me metí en los temas de movilidad, yo no quería ser expresa en lo de género, quería ver si salía. Sabía que era un tema importante, pero era tan evidente. Ahí, dentro de las mujeres, [hay] mujeres con hijos, mujeres solas, las mujeres con hombres, las adultas mayores, las mujeres mapuches. No es un grupo la mujer sino que son muchas mujeres, con muchas diferencias”.
La movilización urbana también surge como un tema importante en Sofía López, que debe experimentar la ciudad a diario movilizándose en su bicicleta: “La mujer no vive con el cuerpo el transporte… Finalmente, el transporte es súper de cuerpo. Tú transportas el cuerpo”. A partir de lo anterior, su movilidad se define como una decisión política donde la corporalidad se integra de manera armónica a un sistema de transporte previamente elegido, negándose a la opción de tener un automóvil particular y privilegiando, con ello, la bicicleta, la micro o el metro, con tal de contribuir a una ciudad a escala humana.
De igual manera, en la ciudad también existen disfrutes. Carolina, ya no como alcaldesa sino como una mujer que habita la ciudad, dirá que su lugar predilecto es y será siempre la calle: “Moverme en la calle, la sensación de desplazarme en una calle y mirar y topar y oler y sorprenderme“. Desde todas estas imágenes, la ciudad se muestra viva y en constante movimiento se proyecta. Las mujeres se adaptan a ella con inseguridades, disfrutes y críticas para ver qué nueva experiencia les toca, se preparan para entrar desde su espacio privado a este espacio público que nos brinda la ciudad y que es de todas.
[1]Estudiantes del Magíster en Hábitat Residencial de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile.
[2] Por dimensión territorial nos referiremos al “soporte físico y espacial del habitar, a la interacción entre el medio natural y el medio construido, y a las formas de apropiación del espacio habitado, las que se expresan en distintas escalas territoriales, jerarquizadas e interrelacionadas, que van desde la vivienda hasta la región en su conjunto” (Campos, L. y A. Medic, 2014). “Hábitat residencial: instrucciones de uso”: entrega en el marco general de la reflexión sobre el hábitat residencial. Santiago: INVI–FAU, p. 56.
[3] Para obtener más información relacionada con el tema, recomendamos leer: Soto, P. “El miedo de las mujeres a la violencia en la ciudad de México. Una cuestión de justicia espacial”. Revista INVI. N°75/Agosto 2012/Volumen 27: 145–69. Disponible en: http://revistainvi.uchile.cl/index.php/INVI/article/view/612/1038.