Por Alejandra Medic[1] y Natalia Gallardo[2]
EL HÁBITAT DE Valparaíso se vio fuertemente afectado el 12 de abril de 2014. Un incendio de grandes proporciones arrasó con todo aquello que encontró a su paso; las llamas consumieron alrededor de 965 hectáreas, de las cuales cerca de 29 correspondían a áreas ocupadas por viviendas, según lo informado por la Dirección Regional de la Oficina Nacional de Emergencias del Ministerio del Interior.
Este desastre evidencia una realidad antes invisibilizada: miles de personas habitando en zonas de riesgo, bajo condiciones de vulnerabilidad y precaria habitabilidad en las que residen familias de los cerros de Valparaíso. La cuestión no es sobre el por qué viven ahí, sino cómo somos capaces de atender una necesidad desbordante por habitar los cerros de Valparaíso.
Según lo expuesto por académicos del Instituto de la Vivienda (INVI)[3], la conformación del hábitat es el producto de un proceso en el cual sus habitantes lo intervienen directa y activamente, lo que constituye una experiencia constante y dinámica del ser humano, posibilitando la creación de ambientes particulares y distintivos (2005). Este proceso permanente de conformación de lugares en distintas escalas del territorio de Valparaíso reflejaría modos de apropiación particulares que los vincula, las relaciones del cotidiano, los lazos sociales, las relaciones de pertenencia e identidad, logrando vincular a este habitante con prácticas que intervienen y configuran su entorno según lo identifique de forma individual y colectiva.
En consideración de lo anterior, asumimos la reconstrucción de Valparaíso como un proceso complejo que, bajo el enfoque del Hábitat Residencial, debe responder a diversas dimensiones, escalas, actores y variables a considerar, lo que, en el presente artículo, y a la luz de la construcción del conocimiento colectivo mediante el intercambio de experiencias para generar consenso en el análisis y la planificación del hábitat, los estudiantes del Magíster en Hábitat Residencial reflexionan de la manera que debe ser asumida la reconstrucción según sus experiencias y conocimiento como profesionales, asumiendo como primera interrogante “¿para quién reconstruimos?”[4]
La noción de hábitat residencial concebida por Zoido et al. (2000) hace referencia a la importancia del uso del espacio en la conformación de los asentamientos humanos y cómo éstos, a su vez, intervienen y transforman las condiciones de su entorno, humanizándolo. La vinculación entre los cerros y los habitantes de los asentamientos de Valparaíso se expresa según el reconocimiento de la zona que realiza el arquitecto Tomás Leyton[5], quien explica que “…gran parte de las casas que están en los cerros se desarrollaron por tomas de terrenos para las cuales posteriormente se construyó alcantarillado, instalaciones eléctricas, y alumbrado público…”, otorgando sobre la marcha “mejores condiciones de habitabilidad” en la medida que se asentaba el habitante en el territorio, no obstante, “primero estos asentamientos se desarrollaron orgánicamente, así como el agua escurre por los cerros, la gente va subiendo, apropiándose de los cerros y quebradas… por eso reconocemos una topografía tan especial y única en su conformación… porque la gente se va apropiando de los espacios y eso tiene un tiempo asociado”. Esta forma de ocupación devela el perfil de habitante que encontramos en los cerros, “autoconstructor” por esencia y “vernacular en su arquitectura”, que se adapta a las condiciones morfológicas de su hábitat, según lo expresado por Natalia Gallardo.
Esta estrecha relación entre autoconstructor y cerro debe ser analizada desde una dimensión socio-cultural en la cual es preciso abocarse al fortalecimiento de la identidad local, su cultura, tradición y la consideración de capital social asociado a las comunidades en los cerros, por lo que el reconocimiento del habitante se vincula directamente con el acto de reconstruir. Así, es fundamental “captar la cultura porteña en los cerros afectados… distinta a la de los habitantes actuales del Plan, y muy distinta entre los habitantes de los distintos cerros… cada cerro tiene su matiz, su color propio dentro de este conjunto de cerros… lo que plasma la esencia de la gran diversidad cultural presente en Valparaíso[6]”, lo cual constituye un aspecto indisociable del territorio, importante de considerar en el proceso reconstructivo a implementar en las zonas afectadas.
Por su parte, dicho proceso reconstructivo se debe reconocer en el contexto de una dimensión físico-espacial que reúna tanto el mejoramiento de las condiciones de habitabilidad de la vivienda como de la configuración y regeneración del tejido urbano para propiciar el desarrollo del habitante, asegurando una mejor calidad de vida y la integración urbana al resto de la ciudad. Al respecto, Luis Lagos plantea que “la reconstrucción es la oportunidad de acercar la ciudad a esa periferia (cerros), si se reconstruye se seguirá reconstruyendo una periferia, pero el problema de estas personas es habitar en los extramuros de la ciudad, donde no pueden acceder a los beneficios de estar en el centro… la oportunidad de la replanificación es que ahora ellos si tengan acceso a salud, a una planificación digna…[7]”. Del mismo modo, uno no puede desconocer “…una estructura base que reconozca, desde lo técnico, las áreas a proteger o restringir, como las quebradas, pero esta estructura no se puede desligar de reconocer quién es este habitante[8]”, como expone la arquitecta Alejandra Becerra.
Quizás de manera aventurada, y en virtud del perfil del habitante auto-constructor de los cerros de Valparaíso cabe considerar la modalidad de autoconstrucción asistida, “ya que la experiencia nos habla de que no basta con construir casas y entregar subsidios, porque al final se les está entregando un regalo que a las familias no les gusta…[9]”. En Chile hubo diversas experiencias en programas de autoconstrucción y ayuda mutua en poblaciones que, si bien actualmente poseen problemáticas sociales vinculadas a otros procesos históricos, cuentan con un capital social comunitario vigente y fortalecido por el proceso de autoconstrucción en colaboración con instituciones del Estado y académicas, señala Natalia Gallardo, arquitecta del equipo de barrio Germán Riesco, una de las primeras poblaciones construidas con el Programa de Autoconstrucción y Ayuda Mutua.
La comunidad tiene cierto escepticismo ante la construcción tradicional estandarizada: “…la gente no quería que nuestros voluntarios (Techo para Chile) les hicieran las casas, porque decían que las hacían mal…”, comenta el arquitecto Diego Rojas[10]. A su vez, también indica que “…la gente necesita más el ‘vamos’ de que haga la casa más que le den algo, porque, si bien las mediaguas mucha gente las esperaba, no era por la mediagua, sino sólo para recibir el material, más que por la misma construcción… y es algo muy parecido a lo del terremoto: la casa sí se cayó lamentablemente, pero después crecía un vivienda muy distinta a la de emergencia o las entregadas por subsidio…[11]”. Y no sólo la vivienda genera inconformidad: “…lo mal calculado está también en el terreno, porque cuando entregan casas estandarizadas, la persona que tenía antes un negocio en su casa, ahora perdió, puesto que ya no tiene el espacio que consideraba…[12]”. Sin embargo, resulta necesario ser cuidadosos cuando hablamos de autoconstrucción porque ésta fue un detonante importante del desastre. De este modo, debemos considerar a profesionales competentes para la asistencia técnica de las familias y habitantes en general.
Imagen cortesía de Rafaela Ebel (2014).
La asistencia y regulación por parte del Estado para garantizar el desarrollo productivo local de los más vulnerables, generando oportunidades para la superación de la pobreza, es una temática que, asimismo, debe ser abordada desde una tercera dimensión política económica de análisis y planificación, ya que los procesos de reconstrucción conllevan la capitalización de los recursos. Por ejemplo, cuando se dote de servicios, equipamientos e infraestructura, esto dejará de ser periferia, la plusvalía del terreno será otra y se generará un recambio de habitante; “… entonces hay que tratar de controlar eso, no volver a reconstruir lo mismo, porque está construido desde la indignidad, desde la no posibilidad de tener recursos y ahora [se requiere] tener una planificación digna donde prime la integración de los habitantes entre los cerros y la ciudad[13]”, así como también incentivar el rol político que debe asumir el habitante desde la participación y manifestación en el territorio, como gestor fundamental de cambios y toma de decisiones en la conformación y producción del hábitat residencial.
Existe en el enfoque de hábitat residencial una mirada mucho más integral de lo que sucede en una reconstrucción[14]. Por ejemplo, identifica qué pasará con el empleo o qué sucede con los recorridos del habitante que generan rutas de movilidad, lo que ayuda a establecer cómo se habitan esos cerros. Esto traduce, desde la experiencia, herramientas de cómo reconstruir este territorio[15]”.
Por lo tanto, esta conformación se da como parte de la producción social del hábitat, cuya complejidad obliga a pensar distintos aspectos, tales como la diversidad de sus componentes, las diferentes escalas de su manifestación, la variedad de actores que inciden en su producción y la multiplicidad de procesos que condicionan y se relacionan con la misma, todos ellos factores que necesitan una comprensión desde un enfoque holístico e integral que los incorpore.
Una mirada con tales características merece etapas “dentro de los plazos… se tienen que considerar soluciones inmediatas… todos los días hay gente parada afuera del Ministerio (MINVU), porque esto es una necesidad urgente… y no necesariamente la solución es una mediagua[16]”. Paralelamente, se requiere considerar etapas a largo plazo que recaigan en un entidad intersectorial encargada de la reconstrucción, “pensar en una figura que integre las intervenciones, una agencia que vincule las entidades involucradas y que trascienda la discontinuidad de los gobiernos[17]”, que vincule la resiliencia comunitaria y urbana en su planificación. Como bien señala el arquitecto Pablo Henríquez, “esto responde a que la figura del habitante no es un ser fragmentado, en salud, educación o vivienda[18]”. Es decir, este ser habita y cohabita en conjunto; por ende, las soluciones no pueden verse por separadas la una de la otra.
La complejidad de la reconstrucción debe ser abordada desde una estrategia socio-urbana en cada dimensión de análisis, de manera tal de procurar que la gestión delterritoriosea abordada entodas sus escalas. La multiescalaridad de la ciudad de Valparaíso se evidencia en el tejido social y en el territorio, tensionada por una variable morfológica que condiciona la permanencia y vigencia de sus redes sociales. En ese aspecto, el Plan de Inversiones para la reconstrucción de Valparaíso recientemente publicado releva el rol del barrio en la ciudad, señalando que “Valparaíso se ha construido a través de fragmentos, entendidos como pequeñas estructuras de ciudad. Estas estructuras obedecen a organizaciones urbanas elementales, con realidades socioculturales, materiales y espaciales particulares, muchas veces autosuficientes”[19]. Dicho Plan propone la regeneración de barrios, concebidos como estructuras elementales de la ciudad, promoviendo la participación efectiva [y] “salvaguardando los valores patrimoniales profundos de su traza urbana, arraigados en la singularidad de su emplazamiento como principal condicionante morfológica y social de la ciudad”. Para abordar esta escala barrio-cerro, el Plan de Reconstrucción ha designado al Programa de Recuperación de Barrios para hacerse cargo de concebir los espacios públicos de los cerros y, en general, de la gestión social vinculada a los proyectos. Frente a esto, cabe preguntarse si la estrategia territorial del Programa (polígonos de barrio- cerros) es suficiente para abordar la dimensión sociocultural en la tarea de regenerar los tejidos sociales afectados, en virtud de reconstruir tanto la historia barrial como los espacios públicos comunitarios desaparecidos por el incendio.
Nuevamente nos preguntamos sobre la necesidad de crear una Agencia de Reconstrucción:
¿es posible la producción del hábitat residencial de zonas afectadas por catástrofes mediante la implementación de programas que aborden sólo dos dimensiones de análisis y planificación? Partiendo de la premisa de que el habitante no es un ser fragmentado, ¿es posible reconstruir hacia el desarrollo de la ciudad, de los barrios y de los habitantes si no se considera el empleo, la salud y la educación como parte de la dimensión política-económica en regeneración urbana de Valparaíso? Y, por último: ¿es posible definir y transformar el perfil del habitante como herramienta para reconstruir e impulsar la producción del hábitat residencial de Valparaíso?
Bibliografía
Instituto de la Vivienda (2005). “Sistematización teórica-conceptual en el marco de un Sistema de información en Vivienda (SIV)”. Santiago de Chile: concurso FAU 2004.
Gobierno de Chile (2014). Plan de Inversiones Reconstrucción y Rehabilitación Urbana.(Documento no disponible)
Zoido, F. et al (2000). Diccionario de geografía urbana, urbanismo y ordenamiento del territorio.Barcelona: Ariel S.A.
[1]Licenciada en arquitectura y estudiante del Magíster en Hábitat Residencial, Universidad de Chile.
[2]Arquitecta Quiero mi barrio Germán Riesco, I. Municipalidad de San Joaquín. Estudiante del Magíster en Hábitat Residencial, Universidad de Chile.
[3]Proyecto de investigación “Sistematización teórica – conceptual en el marco de un Sistema de Información en Vivienda (SIV)”. Concurso FAU 2004. INVI FAU, Universidad de Chile. Santiago de Chile. Junio de 2005. Equipo de investigación: Rubén Sepúlveda Ocampo (investigador responsable); Mario Torres Jofré, Sandra Caquimbo Salazar, Carlos Lange Valdés, Isabel Zapata Alegría (coinvestigadores); Amalia Ruiz Jeria, Sandra Rivera Mena, Javier Quintero Zuluaga (colaboradoras).
[4]Relato colectivo de estudiantes del Magíster en Hábitat Residencial: Liliane Etcheberrigaray (Arquitecta analista de planificación territorial, Departamento de Desarrollo Urbano SEREMI MINVU O’Higgins); Daniela Cortez (Arquitecta DOM I. Municipalidad de Coronel); Natalia Gallardo (Arquitecta Quiero mi barrio Germán Riesco, I. Municipalidad de San Joaquín); Alejandra Becerra (Arquitecta coordinadora de proyectos, equipo de proyectos urbanos SERVIU RM); Sebastián Franjola (Arquitecto jefe SECPLAN, I. Municipalidad de Río Ibáñez); Pablo Henríquez (Arquitecto Unidad de Vivienda, I. Municipalidad de Quilicura); Luis Lagos (Arquitecto SECPLAN, I. Municipalidad de Tomé); Tomás Leyton (Arquitecto SECPLAN, I. Municipalidad de Codegua); Alejandra Medic (Licenciada en arquitectura, Universidad de Chile); Diego Rojas (Arquitecto coordinador de diseño, TECHO Bio Bío); Valeria Valenzuela (Arquitecta SECPLAN, I. Municipalidad de Talcahuano); Rodrigo Messen (Arquitecto Programa de Habitabilidad I. Municipalidad de La Florida e I. Municipalidad de Peñalolén). 2014.
[5]Tomás Leyton (Arquitecto Secpla, I. Municipalidad de Codegua).
[6]Tomas Leyton (Arquitecto Secpla, I. Municipalidad de Codegua).
[7]Luis Lagos (Arquitecto SECPLAN, I. Municipalidad de Tomé).
[8]Alejandra Becerra (Arquitecta coordinadora de proyectos, equipo de proyectos urbanos SERVIU RM).
[9]Tomás Leyton (Arquitecto Secpla, I. Municipalidad de Codegua).
[10]Diego Rojas (Arquitecto coordinador de diseño, TECHO Bio Bío).
[11]Diego Rojas.
[12]Daniela Cortez (Arquitecta DOM, I. Municipalidad de Coronel).
[13]Luis Lagos (Arquitecto SECPLAN, I. Municipalidad de Tomé).
[14]Valeria Valenzuela (Arquitecta SECPLAN, I. Municipalidad de Talcahuano).
[15]Daniela Cortez.
[16]Alejandra Becerra (Arquitecta coordinadora de proyectos, equipo de proyectos urbanos SERVIU RM).
[17]Liliane Etcheberrigaray (Arquitecta analista de planificación territorial, Departamento de Desarrollo Urbano SEREMI MINVU O’Higgins).
[18]Pablo Henríquez (Arquitecto Unidad de Vivienda, I. Municipalidad de Quilicura).
[19]Gobierno de Chile (2014). Plan de Inversiones Reconstrucción y Rehabilitación Urbana http://www.interior.gob.cl/media/2014/09/PLAN-DE-INVERSION-VALPO-2014-2021.pdf